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4US Rioja Wine Hotel

Ciudad de Cenicero

El río Ebro y sus marcados meandros configuran uno de los paisajes más bellos de La Rioja.
Caprichosas curvas que limitan un territorio dominado por la vid, protagonista sin competencia del paisaje de la Ciudad de Cenicero.
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Fusión de Colores

Si algo llama la atención al viajero que se aproxima a estas tierras es, sin duda, la omnipresencia de los viñedos, milagro de la naturaleza que tiñe el campo con su espectacular mutación de colores marcada al ritmo de las sensaciones a lo largo de todo el año.

  El vino es el protagonista de la vida de Cenicero. Es algo más que una actividad agraria. Es una forma de vida, una manera de integración del hombre con su entorno, son saberes heredados, es amor a la tierra, es, en definitiva, una forma de cultura.

  Cultura que se mueve por y para el vino, culminando en la bodega los sudores del campo. Bodegas que guardan en su interior los secretos de una perfecta elaboración, el sosiego de una correcta maduración y el espacio para compartir vida y experiencia.

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Los "Calaos"

Si algo caracteriza a esta ciudad son sin duda sus “calaos”, centenarias cuevas talladas a pico y pala y recubiertas en su totalidad de arcos y piedra de sillería con el exclusivo objetivo, desde el siglo XV, de albergar los ansiados mostos en los que se fructifica el trabajo de todo un año. Junto a ellos las nuevas bodegas combinan tradición y modernidad para alcanzar los más depurados resultados en unos vinos de fama mundial, consiguiendo entre todas ellas que sin salir de Cenicero se pueda recorrer la historia y evolución del vino de Rioja desde tiempos inmemoriables.

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Los Viñedos

Visitar las bodegas es adentrarse en un mundo de sensaciones y conocimientos. Es aprender sobre el vino y su mundo. Es conocer la vida y el trabajo de las manos artesanas que hacen posible este pequeño milagro anual.

  Vino y arte que se combinan con la inmensa y gloriosa historia de Cenicero, pudiendo recorrer sus calles con casas de sillería blasonadas, sus monumentos y su Estatua de la Libertad de 1897, la tercera en el mundo tras las de París y Nueva York, ofreciendo al visitante un espacio único y una experiencia inolvidable tanto enoturística y natural como cultural e histórica al lado de su humanitaria y acogedora gente, por lo cual se ganó el título de Ciudad allá por 1904. Un lugar del que no se debe prescindir.